Yamato los orígenes míticos de la Casa Imperial japonesa - Japanspecialist
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Yamato los orígenes míticos de la Casa Imperial japonesa
Yamato los orígenes míticos de la Casa Imperial japonesa
Primeras fuentes escritas
Nihon shoki, Wikipedia
Entre los siglos V y VI, el estado de Yamato, asentado en la región de Kinki, en la zona central de Honshū, isla principal del archipiélago japonés, será el que extienda su hegemonía sobre los demás territorios de la región, constituyendo el primer núcleo de estado unificado, al cubrir su influencia toda la mitad occidental de Honshū y las grandes islas de Shikoku y Kyūshū. Sin embargo, habida cuenta la ausencia de documentación directa que aporte información fidedigna al respecto —pues los primeros textos son chinos y se remontan al siglo III d. C. y los más tempranos documentos japoneses, el Kojiki (Crónicas de los antiguos hechos de Japón) y el Nihon shoki (Crónicas de Japón) datan ya del siglo VIII—, los orígenes de la Casa Imperial de Japón permanecen envueltos en la leyenda, ya que serán los gobernantes de Yamato los antecesores más remotos de la Casa Real más antigua del mundo.
El mito y los Tres Tesoros
Amaterasu emergiendo de la cueva, de Shunsai Toshimasa, Wikipedia
Aunque existen varias versiones sobre el origen mitológico de la Familia Imperial, la versión oficial vigente hasta la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial afirmaba que la Casa Imperial provenía directamente de la diosa del Sol, Amaterasu Ōmikami, quien era descendiente directa, junto a Susano-o —kami de los océanos y las tormentas y señor de Izumo— y a Tsukuyomi —kami de la Luna y la oscuridad—, de la pareja celestial constituida por Izanagi e Izanami, creadores de las islas de Japón.
Las fechorías del ebrio y temperamental Susano-o condujeron al enfrentamiento con su hermana Amaterasu, la cual, asustada por los desmanes del dios, terminó por encerrarse en una cueva, lo que provocó que el mundo quedara sumido en las tinieblas. Con la intención de hacerla salir de su escondite y restablecer el orden natural del mundo, los demás dioses urdieron un ingenioso plan: la diosa Ame no Uzume no Mikoto ejecutó frente a la entrada de la cueva un baile, en el que, presa del frenesí del movimiento, quedó expuesta su desnudez, hecho que levantó gran alboroto entre los otros kami. Tales fueron el bullicio y algarabía que despertaron la curiosidad de Amaterasu, quien entreabrió la entrada de su escondite. Entonces, los otros dioses hicieron que Amaterasu se reflejara en un espejo, provocando su asombro ante la imagen devuelta por el espejo, momento en que aprovecharon la confusión de la diosa para sacarla de la caverna e impedir que volviera a esconderse en ella.
La cueva de adoración Amanoyasukawara del santuario shintoísta Amanoiwato se encuentra en Takachiho, Miyazaki, Japón
Está dedicada a la diosa del sol Amaterasu. Hay muchas rocas y piedras colocadas en el lugar. Restablecida la luz en el mundo, Susano-o recibió como castigo a sus tropelías el destierro del Antiplano Celestial, motivo por el que descendió a Izumo. Fue en esta tierra donde consiguió derrotar, emborrachándola con sake, a la serpiente de ocho cabezas que estaba aterrorizando y destruyendo la región. Vencido el monstruo, Susano-o encontró dentro de su cuerpo una singular espada, la llamada Kusanagi, que entregó a su hermana Amaterasu como muestra de respeto.
Así pues, llegado el momento, Amaterasu envió a la Tierra a su nieto Ninigi con tres míticos objetos que se convertirían en los Tesoros de la Casa Imperial japonesa y símbolo de su poder: en representación de la sabiduría, el espejo Yata no Kagami —el mismo que había sido utilizado para hacer salir a la diosa de su encierro en la cueva—, la espada Kusanagi no Tsurugi, emblema del valor, y una joya con forma curva, Yasakani no Magatama, alegoría de la benevolencia. Sería un descendiente de Ninigi no Mikoto, su nieto Jimmu, el primer emperador de Japón, quien ascendió al trono en torno al 660 a. C.
Yamato
De Ginko Adachi Nihon Shoki, Wikipedia
Sea como fuere, el resultado final de esta fundición de mitos —pues son varias las tradiciones que se amalgaman— parece reflejar, en cierta medida, unos hechos reales que se materializaron en la primacía final de Yamato, junto con su diosa principal, Amaterasu. Algunos autores destacan en este remoto período tres clanes preponderantes, a saber: Sujin, Ōjin y Keitai, entre los que un sucesor de este último muy posiblemente se convertiría en el que lograra unificar bajo su dominio la mayor parte de Japón, acometiendo a partir de entonces la centralización del poder.
En cualquier caso, dejando a un lado la versión mitológica del origen de la Familia Imperial, pese a que no hay acuerdo entre los historiadores, parece cierto que la primacía del reino de Yamato se impuso en parte por la fuerza, interviniendo en el proceso, de alguna manera, los países vecinos, pues está probada la entrada de población desde la península de Corea y China en Japón a lo largo de los siglos VI y VII, fechas en las que se introdujo también la escritura china y el budismo.
En conclusión, los orígenes de la Casa Imperial de Japón tienen una base mitológica que ha sido transmitida a través de los siglos. Los mitos que explican la conexión entre la diosa del Sol y los emperadores japoneses han sido importantes para la identidad y la cultura japonesas, aunque no se sabe cuánto de estos mitos tiene una base histórica. Sin embargo, los tesoros míticos que se entregaron a los emperadores han sido preservados y se consideran símbolos importantes del poder imperial japonés. En general, estos mitos nos proporcionan una visión interesante de los orígenes de la Casa Imperial de Japón y de la cultura antigua japonesa.